La revista spectrum publica en un último número un interesante reportaje sobre John L. Hennessy, presidente de la Universidad de Stanford, y gran impulsor de los microprocesadores RISC ya desde la década de los 80. El motivo es la concesión de la Medalla de Honor del IEEE por «ser pionero en la arquitectura de procesadores RISC, y su liderazgo en la ingeniería informática y en la educación superior».
En realidad el reportaje es una excusa para comentar y ensalzar los esfuerzos que muchas universidades de bandera están realizando para modernizar e innovar sobre sus modelos educativos. Estos esfuerzos pasan, necesariamente, por la optimización de los recursos empleados con el objetivo de reducir los costes sin afectar a la calidad de la enseñanza —y en muchos casos mejorándola—, y llegando a un alumnado cada vez más numeroso y motivado. Este es un reto ineludible, y ya no sólo por la imparable revolución tecnológica a la que estamos asistiendo, sino por las crecientes restricciones presupuestarias a que están siendo sometidos numerosos sistemas educativos con motivo de la actual coyuntura económica.
Olga Gil analiza muchos de estos elementos en un reciente post, y algunos califican de auténtico «tsunami» la revolución que se cierne sobre los modelos, metodologías, contenidos e incurso estructuras funcionales de las organizaciones educativas de enseñanza superior. Ejemplos como el de la Khan Academy o Coursera son sólo un par de pinceladas que ilustran la nueva manera de acercar el conocimiento a una nueva generación de estudiantes diseminados a lo largo y ancho del planeta, con unos hábitos y necesidades propios de la nueva cultura digital que está transformando la sociedad. A continuación enumero sólo algunas claves de esta trascendental revolución:
1. El uso intensivo de la Tecnología
Y no sólo en las carreras más técnicas, sino también en las humanidades. Daphne Koller, profesora de la Universidad de Stanford, fue uno de los primeros docentes de esta institución que identificó la necesidad de remodelar la manera de transmitir los conocimientos al alumnado. Sentía que su tiempo no era empleado de manera óptima hablando durante horas cada semestre en un aula abarrotada de alumnos, explicando contenidos en un 85% idénticos a los del curso anterior, y ante una audiencia de nativos digitales. Con el tiempo fundó junto a su colega Andrew Ng el portal educativo Coursera, en el que participan las universidades de Stanford, Princeton, Michigan y Pennsylvania, logrando una financiación de $16M CV, y comenzando su andadura poco después de que Sebastian Thrun pusiera en marcha Udacity.
Este tipo de portales educativos hacen uso intensivo del vídeo como herramienta de comunicación con el alumnado, y ponen a su disposición transparencias y otros materiales educativos para que sea el propio estudiante quien tome las riendas del progreso de la asignatura, distribuyendo su tiempo de manera eficiente. Esto permite preparar los trabajos y exámenes a medida que se presentan, sin necesidad de seguir teniendo que atender a clase, y poniéndose al día de la asignatura cuando el resto de obligaciones lo permitan. Esto disminuye significativamente el nivel de estrés a que se ven sometidos los estudiantes a lo largo del curso
2. Social Networking
Pronto resulta evidente que atender de manera pasiva a las clases del profesor, sentado frente a la pantalla de un computador, se diferencia poco de la actitud que mantiene el alumnado dentro del aula. Por eso es necesario complementar el servicio con cierto grado de interacción. Generalmente las clases son descompuestas en fragmentos, o unidades didácticas, entre las que se intercalan cuestionarios breves que son corregidos de manera automática o semiautomática. Esto presenta múltiples ventajas:
- Permite realizar un seguimiento del grado de atención y asimilación de los contenidos.
- Fomenta la interacción con el alumnado, y su participación activa en la asignatura, con el objetivo de que nadie quede rezagado.
- Permite evaluar la participación de los alumnos en el curso.
Además se incluyen foros de debate donde se plantean dudas y comentarios sobre la asignatura, y donde el alumnado puede participar activamente no sólo exponiendo sus cuestiones sino colaborando en su resolución. Esta modalidad de crowdsourcing ofrece en general excelentes resultados, puesto que en la experiencia de muchos docentes se observa que a menudo la comunidad converge por sí misma a la solución correcta de los problemas, siendo necesaria la intervención del profesor en contadas ocasiones. Además este modelo que fomenta la participación activa de los alumnos es susceptible de ser incluido en el proceso de calificaciones, en línea con las estrategia propuestas por nuevos marcos educativos como el Proceso de Bolonia.
3. La diferencia entre el Aprendizaje y la Titulación
Un importante factor a tener en cuenta es la diferencia entre el aprendizaje online y la certificación online. Los centros de enseñanza superior están en disposición de otorgar acreditaciones que validen que el alumno ha alcanzado un cierto nivel de conocimiento de la asignatura impartida. Sin embargo no está claro cómo estas certificaciones serán valoradas en el mercado laboral, y hasta qué punto se puede garantizar por medios exclusivamente telemáticos que la certificación otorgada se corresponde con el nivel de conocimientos adquiridos. Este permanece siendo un debate abierto.
4. La reducción de Costes
En el fondo de todas estrategias hay dos intereses fundamentales que son complementarios, a cuál más noble y necesario:
- Acercar el conocimiento a un público cada vez mayor, eliminando las barreras geográficas y lingüísticas, y explotando las posibilidades que Internet como infraestructura ofrece y que las nuevas tecnologías permiten explotar.
- Reducir los costes de mantenimiento de las Universidades, sin que ello afecte a la calidad de la enseñanza.
El principal factor de coste de una Universidad es el de los instructores —siempre y cuando podamos hablar de costes, y no de inversión, en un sector tan estratégico para una sociedad como es la educación—. Está claro que un aumento del ratio entre alumnos y profesores, y la conveniente reutilización de los contenidos online, supondría un beneficio económico desde el punto de vista financiero para cualquier institución. Sin embargo gente tan inteligente y preparada como el propio John L. Hennessy aún no tiene del todo claro cómo predecir hasta qué punto de puede llevar estar reducción de costes.
Como conclusión, este tipo de experiencias aún son muy pioneras. Son reconocidas como una oportunidad, y más aún como una necesidad ineludible y una tendencia que en el mundo educativo ha llegado para quedarse. Sin embargo quedan aún muchos debates abiertos, y aún es difícil cuantificar el impacto social y económico que estas nuevas prácticas tendrán a largo o medio plazo, así como su aceptación y repercusión en el mundo laboral. Mientras que en carreras más técnicas la calificación semiautomática parece ser un problema en cierta medida resuelto, siempre será necesario un punto de contacto físico con la Universidad —sobre todo en las carreras más prácticas—, y en el caso de las humanidades el proceso tiene que salvar aún importantes escollos. Otro de los factores a considerar es la importancia que tiene la etapa universitaria a la hora de aprender otra serie de valores, como son el trabajo en grupo, el desarrollo de las aptitudes personales, o la oportunidad de interacción con personas de orígenes y características muy diferentes a las propias. Por último, este auge de la enseñanza online lleva acompañado el riesgo de encontrar diseminados por la Red contenidos de calidad muy dispar, que a menudo el estudiante no es capaz de valorar adecuadamente.
El aspecto más positivo es que muchas grandes Universidades, que por circunstancias históricas o financieras pueden permitírselo, están actuando como exploradores en estos nuevos territorios, y otros vendrán más tarde aprendiendo de sus éxitos y fracasos. En nuestro país son numerosas las iniciativas en este mismo sentido, y la utilización de herramientas de aprendizaje online y comunicación entre los agentes que participan en la enseñanza —como Moodle o Blackboard— son prácticamente ubicuas en Universidades y Escuelas de Negocio. Sin embargo incluso estas herramientas corren el peligro de quedarse obsoletas a pasos agigantados, vistos los esfuerzos que tantas instituciones públicas y privadas están realizando a lo largo y ancho del planeta. Porque la enseñanza online es mucho más que subir vídeos a YouTube, tener una cuenta de Twitter, o colgar transparencias en Moodle. Supone un cambio completo de estrategia, una reestructuración y adaptación de los contenidos y procedimientos educativos, y una implicación firme, decidida y comprometida de la comunidad docente en el proceso. Y en nuestro país queda aún mucho docente mucho más allá de la brecha digital…
Y mientras tanto en España debatimos sobre cómo seguir financiando un modelo educativo en muchos sentidos obsoleto, y con los campus de Sevilla o Badajoz ocupados por estudiantes indignados ante el panorama que se les presenta. Aquí el foco no está sobre cómo será la educación digital, sino sobre cómo será la educación, a secas. Pero ese es otro debate. O tal vez no.
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