A través de la cuenta de Atrapalo en Instagram llego a este interesante código QR, anunciado como «el primero hecho en una calzada». No sé si será realmente el primer ejemplo de un código QR dibujado en el suelo, puesto que la idea no parece tan original con todo lo que llevamos visto, pero seguramente es la primera vez que se realiza con los característicos adoquines que adornan las aceras lisboetas. Porque allí es donde se encuentra este original mosaico, en la ciudad de Lisboa.
Aunque algunos, como el profesor Enrique Dans —haciéndose eco de ReadWriteWeb— opinan que la tecnología de los códigos QR está muerta y casi enterrada, o que no va a durar mucho, lo cierto es que hay indicios de que podría resucitar con energías renovadas. Es verdad que según un estudio de CBS Outdoor apenas un 40% de los europeos conoce en qué consiste «eso de los «QRs», y que sólo un 13% la ha utilizado; pero el mismo estudio señala que aún así es más conocida que otros inventos como los códigos promocionales de texto (34%, y mira que son ya viejos…), la realidad aumentada (14%) la interacción mediante gestos (6,6%) o la novedosa tecnología NFC (conocida por tan sólo el 5,75% de los encuestados).
Además, un estudio de comScore publicado esta misma semana resalta el hecho de que es precisamente en España donde mayor crecimiento está experimentando la penetración de códigos QR. Según sus datos, el número de usuarios europeos de smartphones que escanearon códigos QR se ha duplicado respecto a 2011, y lo hicieron principalmente para obtener información sobre productos y eventos. Sólo 1 de cada 5 usuarios utilizan descuentos y promociones por este sistema, a pesar de ser a priori una de las aplicaciones más interesantes. Hay quien señala que el uso de códigos QR se dispara con el auge de los smartphones, y otros incluso dan consejos sobre su correcta utilización por parte de las empresas. No olvidemos que en países como Japón la presencia de estos dibujos bicolores es prácticamente ubicua, y su utilización debería ser al menos tenida en cuenta en cualquier estrategia de internacionalización en los países de esta zona.
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Pero, ¿por qué en Europa y Estados Unidos no terminan de despegar estos códigos? Seguramente debido a un cúmulo de factores, pero apuntaré brevemente aquí algunos que se me ocurren.
- El factor «momento histórico». Muchos argumentan que una de las razones del éxito de los QR en Japón es que allí nos llevan bastante ventaja en lo que se refiere a acceso a Internet desde el móvil —en eso estamos aquí en pañales—, y pronto los japoneses encontraron en los códigos QR una manera sencilla y directa de encontrar información sobre productos. Además la tecnología es nipona de nacimiento; creada por Denso, una subsidiaria de la gigantesca Toyota, en 1994. Aquí esto nos llegó algo más tarde.
- El factor «competencia». Mientras que los códigos QR son un estándar abierto, gratuito y normalizado por ISO desde el años 2000, en España Movistar lanzó en 2008 los códigos BIDI, su propia versión cerrada y no gratuita del invento. Las motivaciones eran claramente lucrativas, y aunque en 2009 intentó sumar a su causa a Orange y Vodafone —las propias compañías reconocían que «el principal freno» de este servicio era conseguir que su uso fuera independiente del operador móvil— lo cierto es que sigue siendo una solución que esclaviza al usuario con su operador. En un entorno tan hostil las cosas no se ponen fáciles al extranjero nipón, por muy abierto que sea —o precisamente por ello—. Muchas otras alternativas han ido surgiendo, entre ellas una de Microsoft.
- El factor «desconocimiento». Y no sólo a la hora de confundir un código BIDI con un QR, como le pasó al ministro Montoro —cosa perdonable—, sino a la hora de comprender «qué significa el dibujo ese raro». El desconcierto a la hora de enfrentarse a este dibujos es comprensible si pienso en mucha gente de mi entorno, en que no vienen con manual de instrucciones, y en que además su utilización requiere de una aplicación específica no viene —hasta el momento— preinstalada en los terminales.
- El factor «incompetencia». En este caso, incompetencia de quienes implementan la utilización de estos códigos. Y ahora sí criticaré al Ministerio de Hacienda, porque es inadmisible que un código QR te lleve a una web no adaptada a dispositivos móviles. Eso es no comprender de qué estamos hablando, por muy modernos y estupendos que queramos ponernos. Hay muchos factores que hay que tener en cuenta a la hora de utilizar códigos QR. Por ejemplo, no estoy seguro de que cubrir la fachada de un edificio con códigos QR diferentes sea buena idea; obliga al usuario a utilizar el zoom de su cámara y a encuadrar el código que desea escanear. Parece más oportuno utilizar códigos bien grandes y separados, como . Talking about QR code used for 28 Weeks Later» href=»http://www.youtube.com/watch?v=EBja1blJ3GU» target=»_blank»>en esta experiencia de la promoción de la película «28 Semanas Después».
- El factor «tecnología». Sin entrar a hacer un análisis en profundidad sobre las ventajas o inconvenientes de los QR respecto a otras tecnologías —como NFC; que si el precio, la seguridad, la necesidad de contacto visual de uno o la de cercanía del otro…— sí me interesa el hecho ya comentado anteriormente de que es necesaria una aplicación específica para utilizar estos símbolos.
- Por un lado tenemos los engorroso del proceso. Si bien a mí no me resulta tan largo como al hipercrítico Cormac Foster —a quien recomiendo cambiar de aplicación—, el escaneo de un código requiere como mínimo de 0) instalar la aplicación (una sóla vez), 2) abrirla, 3) adquirir la imagen, y 4) decidir qué hacer con la información obtenida.
- Por otro, la falta de integración de las diferentes soluciones entre sí y con las propias plataformas. En este sentido, en Apple no parecen tener tan claro el pobre estado de salud de los QR, a los que abrazan en su sistema de ticketing integral Passbook, incluido en iOS6. Prefieren, por diferentes motivos, a los códigos bidimensionales frente a la tecnología NFC. Y esta gente no es tonta… Aquí en ticketea.com tampoco son tontos, y ya se han subido al nuevo carro.
Para finalizar, decir que la imagen con la que abría el post no está tomada desde el ángulo más adecuado para facilitar la lectura del código. Por si alguien se ha quedado con la intriga —y ha llegado hasta aquí—, me he molestado en generar una versión del código mucho más funcional. Es la que veis a la izquierda. El código callejero, situado en la Rua Garrett frente al café Bénard, apunta al acortador http://bin.pt/lx, que a su vez redirige a un sitio promocional e informativo del barrio de El Chiado donde se cuenta algo de la historia de los originales adoquines que adornan las calles lisboetas. Y es una versión móvil preciosa; como tiene que ser.
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