A los niños y niñas bien educados, sus papás y mamás les dicen desde pequeños que “no hablen con extraños”. Pero como yo no soy vuestr@ papá os voy a hablar hoy de un servicio que permite precisamente eso: establecer contacto con gente completamente desconocida. Omegle es una página web en la que, pulsando un simple botón, podrás hablar en cuestión de segundos con otra persona de manera completamente privada y anónima.
El padre de la criatura
Lo que verdaderamente me ha llamado la atención es que el creador de Omegle es un chaval de tan sólo 18 años residente en Brattleboro, en el estado de Vermont, donde (como dicen en la web de la ciudad) “cualquier cosa puede suceder”. Su nombre es Leif K-Brooks, y en su perfil de Blogger se define como un amante de la programación y fundador de Omegle “entre otras cosas”. En su perfil de Wikipedia, se queja de que en su pequeña ciudad no hay lugares donde poder comprar componentes de ordenador, proclama su amor por el software de código abierto, se confiesa alérgico al PHP, y se declara “vegetariano estricto por razones morales y de salud”. Viendo su galería en Flickr, se puede adivinar en él a un fanático de los ordenadores, la naturaleza y los animales, así como poseedor de una creatividad curiosamente excéntrica. Interesante mezcla para empezar.
Leif K-Brooks, el jovencísimo papá de Omegle, probando ‘nuevas experiencias’ hace un par de años
Omegle surgió del convencimiento de nuestro inquieto amigo de que las interacciones que se establecen entre los usuarios de internet, a través de las diferentes redes sociales que últimamente surgen como setas, se están estancando. En su opinión poco se puede aprender de la gente que es parecida a uno mismo y, por lo tanto, es más conviene ensanchar horizontes y expandir la propia red buscando entre gente al azar que, a priori, poco tendrá en común contigo.
El invento
Omegle mola porque tiene un diseño sencillo que te lleva directamente al grano, sin altas ni passwords. Es decir: directo a la aventura. En mi primera incursión contacté con alguien que, tras un breve interrogatorio, me hizo saber que ‘era una pena’ que yo tuviera 30 tacos, porque no le molaba ‘flirtear’ con alguien que le doblaba la edad. Mi reacción inmediata: Disconnect.
En mi segunda incursión contacté con un ciudadano norteamericano que calificó Omegle como algo “raro pero adictivo” a lo que llevaba enganchado una semana. No ha habido tercera experiencia porque a mí la cosa no me ha enganchado y porque tampoco tengo tanto tiempo libre, pero sí me parece una buena manera de practicar idiomas de manera completamente gratuita y directa.
Hay quien ve en todo esto algo peligroso. En realidad con Omegle no se puede hacer nada que no se pudiera hacer ya. Tan fácil como entrar en una sala de IRC y comenzar a disparar mensajes a diestro y siniestro. Por otra parte, el hecho de disponer de un perfil con una foto en una red social no quiere decir que estos sean auténticos. Y aunque sean auténticos, nadie te garantiza que al entrar en un sitio como Busuu.com (por poner un ejemplo) vayas a encontrar a gente muy parecida a ti. Lo que sí es verdad es que Omegle propicia precisamente que dos personas se lancen a la aventura en igualdad de condiciones, y comiencen una conversación desde cero, sin ningún tipo de prejuicio ni idea preconcebida acerca del otro, y de manera muy sencilla. No es mi rollo, pero el invento lleva apenas un mes en marcha y, si te conectas ahora mismo, encontrarás una media de 2000 personas en línea y charlando en parejas.
Como experimento no está mal. Enhorabuena a Leif 😉
Juan Aguarón de Blas
Bastante curioso. Aunque casi me parece mejor el «Pero como yo no soy vuestro papá» :-)¡Has vuelto!