Una de las grandezas de Internet, es la posibilidad de tener acceso a ingentes cantidades de información que están esperando, pacientemente, a un simple clic de ratón de distancia. Curiosamente, este moderno instrumento de comunicación nos acerca de manera casi mágica a acontecimientos del pasado. Cuando esta información se presenta en forma de imagen, el impacto puede llegar a ser poderoso.
Todo este rollo viene porque hoy, de casualidad, me he encontrado una galería muy interesante. Se titula «Magnum: Photos that Changed the World» («Magnum: Fotografías que Cambiaron el Mundo»), y conmemora el 60 aniversario del nacimiento del grupo fotográfico Magnum. No hablamos aquí del polo de chocolate que relame Eva Longoria, sino de un grupo de fotógrafos que lleva todo ese tiempo mostrándonos la realidad con sus particulares miradas. Por supuesto, merece la pena visitar de vez en cuando su web, actualizada diariamente, y que ofrece un archivo de más de 350.000 imágenes disponibles online. Como hoy la cosa va de debates, aquí os dejo una instantánea del famoso «Debate de la Cocina«, entre Nikita Khrushchev y Richard Nixon, por aquel entonces vicepresidente de los Estados Unidos.
Moscú — Encuentro entre Nikita Khrushchev y Richard Nixon durante el «debate de la cocina», 1959. [Elliott Erwitt / Magnum Photos]
Cómo han cambiado los tiempos, ¿no? El 24 de julio de 1959, en Moscú, Nixon y Khrushchev mantuvieron este encuentro improvisado en la reproducción de una cocina americana, debatiendo sobre las ventajas y desventajas de los sistemas capitalista y comunista (aquí hay pequeño vídeo del final del debate, aquí un audio del encuentro, y aquí una transcripción resumida). Nixon se esforzó en llamar la atención sobre logros tecnológicos americanos, como la televisión en color, o la infinidad de electrodomésticos que facilitaban la vida en el moderno hogar americano. El ruso, por su parte, le echó en cara que esos modernos hogares eran construidos para durar escasos 20 años, y así poder vender luego nuevas casas, mientras que en Rusia se construía firmemente; lo hacían «para sus hijos y sus nietos». La mayoría de los americanos opinaron que Nixon fue el ganador del debate, y ello le hizo ganar muchos puntos para más tarde hacerse con la presidencia de su país.
Hoy día, en los debates televisados, no se deja nada a la improvisación. Todo está pactado, preparado, medido y calculado. Las palabras, las miradas, los gestos y hasta el atuendo de los contrincantes, parecen formar parte de un meticuloso montaje escénico. Incluso las imágenes en blanco y negro del debate de la cocina, resultan más frescas que el espectáculo que nos aguarda esta noche en nuestras pantallas. Nixon y Khrushchev debatían en una cocina de mentira, un decorado montado para una exposición americana en el moscovita Parque Sokolniki. Esta noche, ZP y ese señor con barba que sólo quiere ver niñas felices, lo harán en otro decorado, montado con la única finalidad de servir de campo de batalla a los dos contrincantes.
Pero es que son tiempos difíciles para la espontaneidad. Ni siquiera la fotografía escapa a las garras de lo premeditado. La moderna tecnología, ésa que servía como excusa para comenzar este artículo, y que nos traía la improvisada instantánea del improvisado encuentro mantenido hace 50 años, le sirve a Sven Prim para llevar la fotografía un poco más allá. Este fotógrafo, especializado en el arte del retoque, consigue obras gráficas tan espectaculares como ésta:
En su página web ofrece muchos otros ejemplos de su buen hacer con la cámara y ratón. ¡Lo que darían algunos políticos por contar con la ayuda de Sven en sus apariciones televisivas! ¡Qué maravilla si también los debates se pudieran maquillar, mostrando la realidad surgida de la mente de algún artista mañoso!
¿Es todo esto malo? ¡Qué va! A mí la obra de Sven Prim me encanta. Y esta noche en el debate, simplemente hay que tener cuidado de que toda la tecnología, la premeditación y la puesta en escena, no ayuden a que José Luis o Mariano nos sorban el seso a través de la pantalla del televisor. Por lo demás… ¡que comience el espectáculo!
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